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El Derecho a la Educación en Palestina


La realidad de la Educación en Palestina es complicada debido a su situación de Guerra. Es evidente que mientras haya conflicto bélico los Derechos Humanos y especialmente los del Niño, se ven vulnerados.

Según la OCHA (2014), esta situación ha provocado, además de muchas pérdidas no tan solo en lo que a personas se refiere, también de los medios de vida, de infraestructura, de electricidad, agua potable y atención médica de calidad. Además, aquellas casas que no tienen electricidad a su vez, no pueden llenar los tanques de almacenamiento en la azotea donde haya agua disponible.

Según el Ministerio de Salud palestino (citado en OCHA, 2014), en agosto del 2014, 11.100 palestinos, entre ellos 3.374 niños y niñas, y 2.088 mujeres y 410 ancianos, han sido heridos. Y además parece que al menos 1000 de los niños y niñas heridos han sufrido una discapacidad que será permanente y hasta 1.500 niños y niñas huérfanos necesitan apoyo de los sectores de protección y bienestar de menores.

Al hablar de la educación, según la OCHA (2014), 22 escuelas fueron destruidas y 118 dañadas. UNRWA (citado por OCHA (2014), ha registrado al menos 75 edificios escolares dañados. Además de algunas de educación superior, como la Universidad Islámica de Gaza. El sector de la educación, que ya estaba rebasado, ahora sufre de una necesidad de al menos 200 escuelas, con clases en doble turno.

Pero, en las escuelas que ya existen, los niños y niñas se enfrentan al hacinamiento y la falta de recursos. Otro problema es el transporte debido a que muchas escuelas cercanas se han visto afectadas y, por tanto, muchos estudiantes y profesores puede que tengan que trasladarse kilómetros de distancia para llegar a las escuelas.

Esto influye en las tasas referentes a la alfabetización de jóvenes, habiendo disminuido éstas y siendo 6.000 jóvenes, la cuantía de analfabetos en los Territorios Palestinos. Este hecho se debe al casi permanente estado de guerra y la falta de recursos para poder ejercer una educación de calidad, tanto por infraestructura como por la atención de los jóvenes y la adaptación de esta para aquellos niños y niñas que, debido al conflicto, sufren alguna discapacidad. Además, muchos están siendo reclutados para trabajar en las colonias judías como mano de obra barata. Por el contrario, observamos datos positivos en cuanto a la educación de adultos, siendo de 97.000 adultos de un total de 4.394.000 de personas del Territorio, siendo el 77% mujeres, lo cual se explica sabiendo que la sociedad palestina es de carácter patriarcal, por lo que el acceso a la educación de las niñas queda limitado por la discriminación de sexos, vulnerando su derecho. Estas diferencias de género, son más notables en la enseñanza secundaria, ya que es cuando las mujeres alcanzan un mayor desarrollo físico, y por pertenecer a una sociedad patriarcal se ven obligadas a abandonar la educación, sin embargo en enseñanzas más inferiores la diferencia no es tan notable.

Como expresa OCHA (2014), “Gaza es una herida abierta […] Tiene que haber un plan después de las secuelas que permita a Gaza respirar y sanar” (p.2).

El coordinador de asuntos humanitarios de la ONU para los territorios palestinos ocupados Maxwell Gaylard (citado en Amnistía Internacional, 2010): “La población de Gaza comparte con todas las demás personas el derecho a una vida digna, sin sufrimientos indiscriminados y prolongados. No debe ser sometida a esta continuación del castigo colectivo que el bloqueo lleva consigo” (p.3).

Al comenzar el curso escolar, niños y niñas de Gaza “tuvieron que estudiar sin libros de texto ni material de escritura, mientras camiones cargados de material escolar eran retenidos por Israel en el paso fronterizo de Kerem Shalom” (Amnistía Internacional, 2010, p.5). Y aquellas escuelas que quedaron destruidas, no pudieron ser reparadas debido al bloqueo que impedía la entrada de materiales de construcción para ello, y por ejemplo “las ventanas rotas de las escuelas dañadas sólo se pueden tapar con plásticos y madera” (Amnistía Internacional, 2010, p.5).

Un académico palestino escribió: “Aunque se refiere con frecuencia como una ocupación benigna, la presencia israelí en Cisjordania y Gaza dolía más y más a la gente a medida que pasaba el tiempo...” (Said 1989; citado en Dabbagh, 2012, p.288).

Esto, ha provocado que la Tasa Bruta de Escolarización en enseñanza preescolar, a pesar de que existe un aumento, es un porcentaje relativamente bajo con respecto al total de la población en edad de dicha enseñanza. Esto se debe a que al no ser una educación obligatoria o básica, no se vea la necesidad de sufrir el miedo de trasladarse desde sus casas a las escuelas, además, puede que la falta de recursos les impida el acceso.

Al hablar de la Educación en primaria, vemos que ha aumentado tanto el ingreso, como la participación o el acceso, pero con una supervivencia hasta el último curso muy baja y con una clara diferenciación entre sexos, siendo las mujeres las que más perduran. Esto puede deberse al hecho de que las infraestructuras han sido destruidas a mitad de la formación, paralizando así la enseñanza sin que esta se vuelva a retomar. También, muchos de estos niños se han visto obligados a abandonar la escuela, debido a que a causa de la Guerra, han perdido a sus progenitores, viéndose obligados a acceder al mercado laboral para sobrevivir, esto explica también como las niñas poseen una supervivencia mayor en este nivel de enseñanza, ya que estas se encuentran más protegidas por la sociedad. Por último, el que sufran discapacidades también produce el abandono temprano de dicha enseñanza.

Al tratar la enseñanza secundaria, vemos que es de la que menos datos encontramos. Su asistencia y acceso presentan tasas muy bajas, que pueden deberse a que al ser educación no obligatoria, su acceso no sea tan valorado. Además a la edad a la que se accede, ya se considera una edad apta para trabajar y debido a esto muchos no acceden. También es un hándicap el hecho de que el profesorado sea menor, debido a que muchos se han visto afectados por la guerra, han fallecido o no se encuentran formados para ello.

La invasión israelí es concebida por la población palestina como duras y represivas ya que los restringen en casi todos los aspectos de sus vidas, desde la circulación de personas y bienes, el control de los recursos, la demolición de viviendas, el encarcelamiento sin cargos o detención administrativa, incluso la tortura. En definitiva la vida en Cisjordania y Gaza, está invadida por una atmósfera de humillación e impotencia.

Es obvio, que en este contexto, las violación de los derechos humanos es constante. Además, debido a que muchos palestinos trabajaban como obreros dentro de Israel con los cierres y otras medidas, conllevó a que el 20% viva por debajo del umbral de pobreza (Ministerio de Economía y Comercio de 1998; citado en Dabbagh, 2012).

En la sociedad Palestina de la década de 1990, el suicidio era considerado como algo contrario a su religión, y las personas condenaban esos actos. Pero actualmente, los hombres y jóvenes, ante esta situación, deprimidos y sin esperanza, toman riesgos contra los israelíes, que podría considerarse como actos suicidas o heroicos. Muchos, lo explicaron con la expresión occidental Terrorista suicida, en árabe Amaliyaat intihariya. Pero cabe destacar que con esta actitud no tan solo se hace referencia a los atentados terroristas que incluyen inmolación, sino a todos aquellos riesgos que pueden tomar las personas con el fin de luchar contra los israelíes, sin temer las consecuencias posteriores como la tortura. En cierto modo, esto los palestinos lo consideran como una forma honorable de lucha abierta para todos, es decir, sin tener en cuenta sus antecedentes o nivel socioeconómico.

El suicidio ha pasado a ser considerado como un auto-sacrificio. Personas que anteriormente eran como expresa Dabbagh (2012), son el rostro de la sociedad que todos los palestinos se sentían orgullosos y estaban dispuestos a apoyar, ahora son los miembros más débiles y menos resistentes.

A pesar de que existen niveles bajos de suicidios y en mayor medida una resistencia muy fuerte, es un factor a recalcar. Como ejemplo de suicidio encontramos que durante la primera Intifada:

Un promedio de ocho hijos en un mes perdieron la vida a manos de los israelíes, el 90% debido a las heridas de bala, el resto de los golpes y asfixia por los gases lacrimógenos. Los niños constituyen 25 a 40% de los casos de lesiones graves que incurrieron durante la Intifada. (Dabbagh, 2012, p.302-303).

Al hablar de la Inmunización a la que tienen acceso los niños y niñas en los territorios, vemos que la gran mayoría (90-99%), optan a esta, pero esto nos suscita una duda, ¿por qué entonces la Tasa de Mortalidad de niños y niñas menores de 5 años ha aumentado? Cabe apuntar, que el hecho de que tengan acceso a este tipo de asistencia sanitaria no justificaría su aumento. El muro existente entre las dos poblaciones, divide los territorios provocando muchas veces que los hospitales queden en una de las partes impidiendo el acceso de la otra facción de la población. Además, para trasladarse de un lado a otro existen largas colas de coches que impiden la entrada, ya que la apertura o no de los controles de acceso, depende de los militares israelíes, que lo hacen cuando ellos consideran oportuno. Esto, hace que muchas mujeres embarazadas, salgan de parto en el camino y no sobrevivan y muchos niños no lleguen a nacer.

Según continúa explicando el estudio de Dabbagh (2012), fueron pocos quienes se libraron de lesiones, detenciones, allanamientos de sus casas, etcétera. Barber (1997; citado en Dabbagh, 2012), establece que:

Aunque aparecen las culturas árabes en lugar general de alto valor en la familia, la educación y la religión, la historia única y singular de tensión palestino con o aislamiento de otras culturas árabes, y las décadas de ocupación de Gran Bretaña e Israel, ha acentuado la importancia de estos valores para la supervivencia de la cultura (p.303).

Los casos de suicidio y desesperación estaban en riña con la identidad social de ser fuerte, constituyéndose como una amenaza a los valores sociales palestinos. Pero en este ambiente, añadiendo además el muro que los separa, les dificulta aún más el mantenimiento de vínculos entre palestinos y el refuerzo de las redes de apoyo social.

Teniendo en cuenta la situación de los territorios, “Estas guerras o conflictos armados también implican altos niveles de violencia” (UNICEF, 2005; citado en Abdeen, Z., Qasrawi, R., Nabil, S. y Shaheen, M., 2008, p.290).

Para los niños y niñas, las guerras representan no sólo un riesgo de vida, sino también el estar expuestos a traumas, consecuencia de la violencia y sus secuelas psicológicas, “tales como las respuestas agudas de los niños a los ataques aéreos, bombardeos y pérdidas familiares” (Brander, 1941; Dunsdon, 1941; Freud y Burlingham, 1943; citado en Abdeen et al., 2008, p.290).

A pesar de esta situación, en la que se encuentran los menores, la Tasa de Mortalidad Infantil ha descendido levemente. Esto puede ser por la disminución de los ataques en el último año, pero cabe destacar que las situaciones siguen siendo nefastas, no tan solo por el estado de violencia, sino también por la falta de recursos, de alimento por el bloqueo que existe sobre los territorios, falta de agua potable, etcétera.

Hay que tener en cuenta que en Cisjordania y Gaza, existen generaciones enteras de niños y niñas que han crecido sin conocer otra realidad, desarrollando en muchas ocasiones Trastorno de Estrés Post-Traumático (TEPT), que según Hall, B.J., Murray, S.M., Galea, S., Canetti, D. y Habfoll, S.E., (2015) es:

La identificación de factores de riesgo y resistencia clave para el trastorno de estrés postraumático en contextos de violencia política y la inestabilidad es una importante prioridad de salud pública (p.1).

En innumerables estudios, se establece que donde más se evidencian las consecuencias de este trastorno en las escuelas (Cohen, Berliner, y Mannarino, 2001; Saltzman, Pynoos, Layne, Steinberg, y Aisenberg, 1999; Stein et al., 2003), pudiendo ser una herramienta clave de identificación, mediante el fracaso escolar, aunque no es el único ámbito, ya que también es muy evidente en la familia. Los profesores, han de tratar con casos como el de Samar y Rosol que como explica UNICEF (2015)

Durante el conflicto, las dos niñas, sus padres y otros tres hermanos huyeron de su piso bajo el intenso bombardeo. La familia se refugió en una escuela administrada por las Naciones Unidas. Una noche, el aula en la que dormían fue alcanzada por un proyectil de artillería. El padre murió y la madre quedó gravemente lesionada. Las dos niñas sufrieron heridas de metralla (p.1).

Los docentes se ven obligados a actuar y atenderlos sin tener formación para ello, como cuando animan a los niños y niñas a aplaudir mientras caen las bombas sobre el territorio.

Las escuelas deberían introducir planes de prevención y el tratamiento para paliar este trastorno, con intervenciones de apoyo psicosocial (PSS) y el fomento de la resiliencia, considerada como “el logro de resultados sociales deseables y un ajuste emocional, a pesar de la exposición a un riesgo considerable” (Luthar, 1993; Rutter, 1985; citado en Hall et al., 2015, p.291). Actualmente, no se conoce mucho sobre la recuperación del TEPT, excepto qué el proceso que se lleva a cabo en las familias, los compañeros y la comunidad, facilitan el proceso (Stichick, 2001; citado en Hall et al., 2015, p.291).

Para finalizar recordar el poema Mi ciudad esta triste de la poeta palestina Fadwa Tuqan (2009):

El día en que conocimos la muerte y la traición, se hizo atrás la marea, las ventanas del cielo se cerraron, y la ciudad contuvo sus alientos. El día del repliegue de las olas; el día en que la pasión abominable se destapara el rostro, se redujo a cenizas la esperanza, y mi triste ciudad se asfixió al tragarse la pena.

Sin ecos y sin rastros, los niños, las canciones, se perdieron. Desnuda, con los pies ensangrentados, la tristeza se arrastra en mi ciudad; el silencio domina mi ciudad, un silencio plantado como monte, oscuro como noche; un terrible silencio, que transporta el peso de la muerte y la derrota.

¡Ay, mi triste ciudad enmudecida! ¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses, en tiempo de cosecha? ¡Doloroso final del recorrido!

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